miércoles, 6 de enero de 2016

Inscripción de sentencia de divorcio extranjera en México

No sé; prefiero hacer un tutorial para ilustrar cómo se hace en México la inscripción de una sentencia definitiva de divorcio dictada en el extranjero.

El caso es el siguiente:

Una pareja se casó en México. Uno o ambos son mexicanos. Por algún motivo viven en el extranjero. Acuden ante un juez extranjero y se divorcian. Reciben su sentencia de divorcio del juez extranjero. Uno de ellos necesita inscribir esa sentencia de divorcio en México para obtener su acta de divorcio.

Estadísticamente hablando, en el 90 % de los casos se trata de un varón que se casó en México, se fue a vivir a Estados Unidos con la esposa y allá tuvieron hijos. Por alguna razón se perdió el amor y se divorcian ante una corte de Estados Unidos. El fulano regresa a México y casi siempre lo acompaña una nueva pareja sentimental.


PROCEDIMIENTO:

1.- Obtener copia certificada de la sentencia definitiva de divorcio [en inglés] y apostillarla [en Estados Unidos].


2.- Obtener una carta rogatoria del juez extranjero [en inglés] dirigida al titular del Tribunal Superior [o Supremo Tribunal] de México, en la que se ordene la inscripción del divorcio ante el Oficial del Registro Civil correspondiente.


3.- Traducir al español TODOS los documentos antes mencionados mediante un perito traductor autorizado, con firma y sello.

4.- Obtener copias certificadas de las actas de nacimiento y matrimonio [recientes] de los divorciados.

5.- Presentar toda la documentación acompañada de su traducción ante el titular del Tribunal Superior [o Supremo Tribunal].

6.- Dar seguimiento [como gestor oficioso] ante el juzgado familiar, civil o mixto al que se turne.

7.- Solicitar copias certificadas de la resolución del juez primario en la que se ordene la inscripción del divorcio.

8.- Acudir ante el Oficial del Registro Civil y hacer el pago de los derechos fiscales correspondientes.

9.- Solicitar, pagar y obtener el acta de divorcio mexicana. Fin del cuento.


El tiempo estimado para obtener el acta de divorcio mexicana es de tres meses, contados a partir de la fecha en que se presenta la carta rogatoria [y la traducción] ante el titular del Poder Judicial.



martes, 5 de enero de 2016

Ironía, cinismo y sarcasmo: diferencias.



No sé... No me convencen todavía las definiciones del tumbaburros:

Ironía.
(Del lat. ironīa, y este del gr. εἰρωνεία).
1. f. Burla fina y disimulada.
2. f. Tono burlón con que se dice.
3. f. Figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice.

Cinismo.
(Del lat. cynismus, y este del gr. κυνισμός).
1. m. Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables.
2. m. Impudencia, obscenidad descarada.
3. m. Doctrina de los cínicos (pertenecientes a la escuela de los discípulos de Sócrates).
4. m. desus. Afectación de desaseo y grosería.

Sarcasmo.
(Del lat. sarcasmus, y este del gr. σαρκασμός).
1. m. Burla sangrienta, ironía mordaz y cruel con que se ofende o maltrata a alguien o algo.
2. m. Ret. Figura que consiste en emplear esta especie de ironía o burla.

Presiento que para definir mejor estas palabras debo utilizar ejemplos:

Ironía es tener una fotocopiadora y usarla para documentar gráficamente la forma de tu trasero. Cinismo es usar con dicho fin esa fotocopiadora enfrente de tu jefe. Sarcasmo es decir que esa fotocopiadora no te sirve ni para limpiarte el culo.

Ironía es impartir un diplomado de juicios orales sin ser abogado litigante. Cinismo es convocar a la prensa para que tome nota de ese diplomado. Sarcasmo es decir que ese diplomado sirve para hacer un juicio oral "a la mexicana".

Ironía es ser contratado para traducir el contrato internacional con el cual se venderá un examen de dominio de otra lengua, presentar ese examen y reprobarlo. Cinismo es que te digan que no dominas dicha lengua después de haberte pagado por la traducción con la cual se vende ese mismo examen. Sarcasmo es que te pidan que lo vuelvas a presentar varias veces para demostrar que dominas esa lengua.

Ironía es trabajar todo el día en una dependencia gubernamental al amparo de un contrato laboral celebrado con un tercero. Cinismo es que te hagan creer que trabajas para el gobierno. Sarcasmo es que te digan que no tienes beneficios porque tu contrato sigue siendo "de prueba", desde hace años.    

Ironía es impartir la cátedra de Ética en una escuela de Derecho. Cinismo es hacerte novio de una alumna de esa materia. Sarcasmo es justificar ese noviazgo utilizando las lagunas del reglamento escolar.

Ironía es acudir a una escuela que no tiene traductores para que te hagan un examen con el que puedas demostrar que eres traductor. Cinismo es que llamen al primer maestro que se encuentren en los pasillos para que te practique ese examen. Sarcasmo es que tu espontáneo examinador, quien además es tu cliente, te pida que le traduzcas sus documentos personales para que él pueda seguir trabajando en esa escuela.

Ironía es tener que escribir esta mierda para utilizarla como válvula de escape... para despresurizar este cuerpo de humano en el que estoy atrapado... para traducir mis emociones. Cinismo es hacerlo de manera pública, sabiendo que la mejor manera de ocultar algo es poniéndolo a la vista de todo el mundo. Sarcasmo es ese aire que se respira mientras tecleo las últimas palabras de esta chingadera...

jueves, 5 de noviembre de 2015

El traductor de los pendejos




No sé; presiento que no le habría creído a la versión 2015 de mí mismo si, después de viajar por el tiempo, le dijera a la versión 1985 de mí mismo que algún día alguien me pagaría por investigar variantes lingüísticas y por traducir tonterías.

Desde niño me sentí atraído por los ruidos, la música, las charlas en doble sentido, los albures y las majaderías en otros idiomas. Crecí en un mundo sonoro. Me causaba gracia el acento de las personas y disfrutaba emular la articulación de los fonemas parado frente a un espejo.

Con el paso del tiempo le he puesto nombre a cada variante lingüística. Por ejemplo, el "Síndrome Discovery Channel" para el "¡Oh, mi Dios!" de la traducción artificial de los programas gringos, el "Síndrome de la Hermana Fea" para el "unmarried" de los jueces británicos y el "Síndrome del Chiste Traducido" para el ángulo de los españoles que hierve a noventa grados, por mencionar algunas.

El sábado pasado llegué a un punto en donde, presiento, comencé a perder amigos. Pensé que si tomamos como base que los ingenieros denominan como "la llave de los pendejos" a la perica, si los abogados denominan como "el artículo de los pendejos" al octavo constitucional y si Vallejo denomina como "el impuesto de los pendejos" al hecho de comprar el Melate pensando que puedes hacerte millonario sin trabajar, lo más prudente es que nosotros, los traductores, denominemos a Google Translate como "el traductor de los pendejos".

Cualquiera puede usar una perica y apretar una tuerca: la misma llave se ajusta a varias medidas. Cualquiera puede invocar el octavo constitucional y presentar un escrito ante una autoridad: tiene validez. Cualquiera puede comprar el Melate... Sí, es cierto. Cualquiera puede usar Google Translate para traducir... y así.
...y yo, no sé. Tengo hambre y sueño. Ya me voy a dormir.

lunes, 26 de octubre de 2015

El que no estaba






No sé…

Mientras caminaba en la madrugada por el campus pensé que, para inspirarme, sería buena idea obligarme a mí mismo a pensar en mi coca sin gas y untarme limón en las venas para escribir con mis manos lo que la voz de mis pensamientos pone en mis labios, pero luego pensé que eso sería demasiado “mainstream”. Ya no importó. Sería frívolo escribir inspirado en un sentimiento que no existe… en algo que no siento.

Interrumpió mi pensamiento esquizofrénico la ausencia de una persona… un varón. Mis pensamientos me canalizaron en automático a donde sea que yo guarde mis memorias de largo plazo y recordé la mirada del único ser humano a quien, hace mucho, escuché hablar del amor con intensidad. Supe que los ojos del que no estaba eran los mismos de la mujer a quien tiempo atrás se le hacía pedazos la voz tratando de recrear un desventurado episodio juvenil, romántico. Supe que los ojos de mi abuela eran los mismos del individuo que no estaba… y supe más, sin verlo.

Amar es como tener hambre: sabes que tienes hambre y sabes que debes aventarle algo al estómago, pero después de un tiempo, cuando sabes que no hay comida y que no podrás comer, ya no importa, ya da igual. Se va el apetito y si un instante después se atraviesa un bocado, solo piensas: “¿Ya pa’ qué?”. Tan solo un segundo después de que se espanta el hambre ya no importa si el alimento es bueno, si te nutre o si es “light”. Ya no. Ahora sabe a mierda, insípido… infame.

Sentí que los pensamientos del que no estaba cruzaban las dimensiones de tiempo y espacio… y me pareció escucharlo hablar: “Ven ayer, cuando yo quería, cuando me importaba, cuando era necesario, cuando todavía tu coca descarbonatada podía saciar mi sed. Ahora ya no importa. La sed se ha ido”, o algo así.
Y lo entiendo… pienso que lo entiendo. Mi cuerpo, de vez en cuando, hace corto-circuito. Me pasa más seguido de lo que pienso, pero no me doy cuenta, no al momento. Espanto el calor con un café caliente y el frío con un litro de nieve. La tos se va mojándome en la lluvia o bañándome con agua helada. Espanto al sueño después de tres días sin dormir… y así.

No hay… y no hay. El primero es descriptivo; el segundo categórico, determinante, preciso… concluyente. El segundo “no hay” indica que el cuerpo de humano debe entrar en modo de supervivencia… en automático. Si “no hay” agua, se espanta la sed. Si “no hay” comida, se espanta el hambre. Si “no hay”… a la chingada. A lo que sigue. Punto y aparte.

Después me pareció ver que eran los ojos de mi abuela y mi corazón los órganos que estaban en el que no estaba. Supe que la mirada hecha mierda del que no estaba era la misma que había obligado a su corazón a levantarse con dignidad, a desprenderse, a desapegarse… y a no estar. Lo mismo daba ya tener que no tener; poseer que no poseer. Un día hay… y al otro no. Lo aceptó.

Era el corazón del que no estaba el que hablaba a través del silencio; era la ausencia de su voz la que estaba presente, imponente. Es más: me pareció verlo ahí [aunque no estaba] con las manos empuñadas en la cintura, hablando con fuerza, como un hombre; reprochándole a aquella que no escuchaba estando presente… esa osadía de existir en vano.


Nota: 
Las últimas cuatro o cinco palabras del último párrafo pertenecen a José Ingenieros. Fue lo único que me llegó a la memoria para describir lo que era evidente en el referido suceso.